jueves, 21 de abril de 2011

Cuando todo falta

25 de octubre de1997 / Por Roberto Cruzpiñón
Era un vasto terreno, árido, donde el viento, que soplaba constantemente, había formado médanos por la acumulación de la arena rojiza. Cada duna, de diferente altura, caracterizaba el espacio como un inmenso desierto, donde las ráfagas del viento movían la arena de un lado a otro.
Desde el punto más alto podía verse, a lo lejos, una edificación basáltica, como si fuera un espejismo. Tenía como base una gran plataforma y un muro de poca altura que soportaba una serie de columnas, en cuyos capiteles descansaba el entablamento del edificio. La entrada era una gran puerta de cuarzo incoloro que contrastaba con  el verde del basalto.
Hombres y mujeres, ancianos, adultos, jóvenes y niños, caminaban en silencio, en aparente desorden hacia la puerta del edificio. Sus pies levantaban la arena rojiza que caía como una lluvia menuda. Observándolos, en conjunto, se hacía evidente un ritmo acompasado, único.
Cuando llegó, había una larga fila de personas que esperaba entrar al edificio. Se colocó detrás de un hombre de anchas espaldas. Una persona se detuvo detrás de él. Otra. Y otra. La hilera se hizo más larga. Esperó. Tuvo una extraña sensación de angustia; como si, de pronto, despertara de un largo y pesado sueño. La fila empezó a moverse hacia adelante. Fue entonces cuando se preguntó qué estaba haciendo ahí. Qué impulso lo había llevado a formarse en la fila para esperar que aconteciera lo que ignoraba. Sentía el golpe de la sangre en su cabeza impidiendo la coordinación de su mente. ¿Qué hacía ahí ?.
Trató de calmarse. Instintivamente, tocó la espalda del hombre de enfrente.
-¿Para qué es esta fila ?
Su angustia creció, cuando trató, en vano, de recordar. Ningún vestigio de memoria. Ninguna señal que lo situara en esa realidad.
-Para que nos hagan la autopsia.
¿Había oído bien? ¿Abrir un cadáver y examinar sus órganos para saber las causas de la muerte?
-¡Pero si yo no estoy muerto!
-Todos en esta fila, estamos muertos.

El universo cayó sobre él. Su primer impulso fue correr, alejarse de esa pesadilla, pero una fuerza invisible lo sujetó a la marcha de la fila. Un intenso temblor recorrió su cuerpo hasta llegar a su boca, en donde sus labios temblaron, incontrolables.

-¡No, yo no estoy muerto, no! ¡Dios! ¡Dios!
¡Qué desamparo! ¡Qué soledad! Y la fila se movía, ahora, con rapidez inusitada. El gritó desesperado, implorando una asistencia milagrosa mientras cruzaba la puerta de cuarzo.
Era una inmensa sala de paredes y techo de cristal. La luz parecía emerger del piso de mármol. Caminó por un largo pasillo blanco con puertas a los lados. Abrió una, y penetró a un cuarto con anaqueles y percheros. Se desnudó lentamente. Colgó su ropa en uno de los ganchos y se puso un overol de plástico. Alguien le ayudó a colocarse un mandil y unos guantes de látex. Entró a la sala donde había una mesa de granito iluminada por la lámpara del artefacto cuadrado que pendía del techo. Un cuerpo desnudo yacía sobre la mesa. Sintió un golpe en la mano y empuñó el bisturí. Palpó diestramente el vientre y con pulso firme cortó, desde el pubis, hasta el esternón.
"...Dios asiste."

1 comentario:

  1. Excelente texto para estudiantes de medicina, hay más que huesos y carne.
    Hasta donde llegaremos!
    Felicidades Excelente blog todo un artista!

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