jueves, 21 de abril de 2011

Querido Diario

Noviembre de 1997 / Por Roberto Cruzpiñón                                          
Dejé de escribirte mil años. ¡Ingrato de mí! Olvidé que eras una creación mía donde pude contar íntimamente mis angustias para encontrar alivio. Hablé con mis congéneres humanos cuando los tuve, conmigo mismo en profundos soliloquios y, en mi larga y penosa soledad, con Dios. Te reirás, Yo  ¡hablando con Dios!
Han pasado tantas cosas que no sé por dónde comenzar. ¿Recuerdas cómo te conocí? Era un niño que había aprendido a leer y escribir recientemente. Vivía con mis padres, en un pueblo olvidado que no tenía luz eléctrica, agua potable, ni drenaje, cuando alguien te regaló conmigo. Acaricié el verde brillante de tus tapas que abría y cerraba, embelesado, porque con el sonido de tus hojas blancas compuse mi primer canción infantil.
¡Cuánto tiempo ha pasado en la historia hombre! La Filosofía, la Ciencia, la Tecnología, la Cibernética; Todo por el Hombre. Guerras, conflictos, desesperanza.
La Ingeniería Genética desarrolló técnicas para crear mutantes. Al comienzo, alimento. Después, mutantes para gobernar. Seres diferentes a la raza humana, cuya única función era el mantenimiento de la sociedad.

Surgió una ciudad compacta, sólida, cibernética. Para su funcionamiento utilizó la energía potencial del hombre. Energía producida por el alión que es la energía que escapa cuando el hombre muere y que la tecnología ha logrado almacenar. Parecía lógico y aceptable. Hasta que, a punto de ser insuficiente por la longevidad de los hombres, los gobernantes no esperaron a su muerte. Se extrajo la energía de todo ser vivo. Este alión, fue tratado para que respondiera satisfactoriamente al estímulo fisicoquímico. Y la ciudad, para moverse, dependió del alión. Sin embargo, algunos aliones, por causas inexplicables, no podían almacenarse...

Te olvidé hasta hoy, que desperté con una extraña y nostálgica sensación humana, que no quiero perder. Afirma la identidad que pretenden arrebatarme. A veces pierdo la memoria. Intuyo entonces que soy parte integradora de El Sistema Global. Me niego a claudicar mi condición humana y recobro la memoria. Es la única que me permite la libertad de pensar. La rebeldía por la que me mantienen aquí. No quiero rendirme. Lo saben. Cuando una oleada de estupor me invade, imagino cerrar los ojos que no tengo, estirar mis brazos ausentes y mover mi cuerpo desintegrado. Y un vasto campo verde aparece. Y corro, salto, bostezo, río, lloro. Todo para conservar mi característica humana. Pensar, meditar, reflexionar creer, opinar, son actividades abstractas, prohibidas al hombre. No caben dentro de los límites concretos, utilitarios, de El Sistema Global imperante, que no permite más que la función y la acción integradora. En mil años, la evolución nos, ha reducido a una mínima entidad. Una partícula que conserva afinidad a los impulsos electromagnéticos para guiarla hacia un trabajo convenido: un alión ergofisico con información propia a la respuesta.

Afortunadamente, no lo han logrado con todos. Como yo, hay otros en este fluido donde me encuentro, a quienes no han podido eliminar el atavismo que recuerda nuestro pasado. Por eso nos mantienen aquí. No somos útiles, todavía, para sus fines, porque la respuesta a los estímulos externos, está condicionada a nuestra voluntad. Perseveran y tratan de erradicar la idiosincrasia humana. Periódicamente, modifican el fluido donde estamos confinados. Cambian las condiciones de densidad, temperatura, presión y acidez, para catalizar nuestra respuesta. Después cesa la agresión y enfrían el fluido, a tal grado, que disminuye nuestra actividad. Entonces, duermo.

Sé que hay más como yo, resistiendo a los cambios. Nos mantienen aislados por medio de campos magnéticos de rechazo. Con el tiempo, he podido manejar mi energía. Puedo aumentar, disminuir o mantenerla en límites bajos. Parece que nuestros electrones excitados, invaden órbitas externas, con energía concentrada, que se manifiesta en longitudes de onda diferente. Esta probabilidad nos permite una comunicación en clave, y la certidumbre de que no estamos solos.
Yo, que no creía, creo en el alma humana, y en Dios. Lo intuyo. Los antiguos filósofos hablaban de una substancia eterna, incorruptible, forma pura sin materia, inmóvil, simplísima, sin potencia, hacia donde tienden los seres imperfectos. ¿Mil años de desarrollo nos han llevado a esto?

La forma manifiesta, física, de los seres vivientes, no existe ya. Las plantas, los animales, como los conocíamos, han desaparecido. Se decía que tenían alma sólo para vivir, crecer y multiplicarse. Los animales, para moverse, además. ¿Serán estas almas las únicas-que han podido transformar en iones energéticos? La diferencia en el alma humana, es la voluntad de crear. ¿Será éste el alión no doblegado? ¿El almáión que resiste la disgregación, porque su atributo indivisible no lo permite? Por ahora no encuentro otra explicación.
Este desenvolvimiento, alcanzado por el Hombre en su evolución histórica lo reduce a la civilización en el Sistema Global: ¿Era ésta la percepción del Hombre en su información genética? ¿Habrá sido, por eso, que, premonitoria, escatológica o esperanzadoramente, inventó la leyenda, el mito y la religión?

Si es así, querido diario ¿Deberé continuar resistiendo o claudicaré? ¿Es esta evolución el aniquilamiento del hombre? ¿O el paso más cercano a la presencia de Dios?

No hay comentarios:

Publicar un comentario