29 de Noviembre de 1997 / Por Roberto Cruzpiñón
Es el cuento del niño que habita en la casa de piedra gris rodeada de un gran patio con árboles frutales y un hermoso jardín.
En el patio hay ciruelos, tamarindos, naranjos y papayos. También icacos, marañones y anonas. Anidan en los árboles tzensontles, clarines, pitirres, zanates, canarios, y algunas golondrinas en el pórtico de la entrada, desde donde parte un camino de baldosas rojas que termina rodeando la noria de azulejos. A los lados del camino, crecen los tulipanes, los jazmines, las gardenias y las dalias.
Revolotean sobre las flores, abejorros, libélulas, mariposas, avispas negras, pardas, amarillas. Cubren las paredes de la casa, la enredadera de flores blancas y los gruesos tallos de bugambilias que se desparraman sobre el techo.
- No quiero ser un ángel.
La ventana de la recámara del niño, tiene vidrios grandes, siempre limpios, que le permiten mirar el patio y el jardín, sin levantarse de la cama.
Pasa el día rodeado de libros y juguetes. Aliviado, a veces, pero sin mejorar, imagina salir de la casa a perseguir a las mariposas y a las libélulas y a volar con las aves. Cuando sopla el viento, mira las nubes blancas moviéndose en el cielo. Castillos de torres puntiagudas, monstruos acechando ciervos, barcos con remeros que, luego, se transforman en gigantes de brazos largos torcidos, diablos y querubines...
Entre todos los pájaros que cantan, hay uno gris, pequeño, con un lunar de plumas rojas encrespadas en la frente, como el cuerno de unicornio. Llega antes del amanecer y se posa en la rama que mece frente a la ventana de la casa. Su canto cristalino, agudo y armonioso, anuncia la salida del sol.
Al anochecer, las sombras de los árboles son brujos de rostros feos, que galopan en caballos flacos sobre el pecho del niño que se convulsiona. Y aparece la noche de ahogos y de pesadillas. También los monstruos traga-aire que no lo dejan respirar. Así, agonizando, hasta que escucha la nota que, increíblemente aguda, lo despierta.
El pájaro unicornio canta, posado en la rama. Se mueven las plumas de su pecho y agita las alas ahuyentando los monstruos. Vuela frente a la ventana y le canta al niño la música más hermosa.
- Quiero ser pájaro.
Así pasa los días y las noches el niño que, desde su lecho, mira el patio y el jardín de su casa y escucha el trinar del pájaro que canta todas las mañanas frente a su ventana.
El Señor de los Pájaros, observa.
El Señor de los Pájaros tiene su reino en una cueva azul. Al atardecer recibe a los pájaros de todo el mundo. El camino para llegar es largo y arriban agotados. Les da a beber un líquido transparente en cuencas de madera añeja. Es un líquido con polen de flores cultivadas en la cueva, mezclado con rocío de la mañana y miel purísima. También contiene pedacitos de papel pautado con notas que dibuja con tintes vegetales. El Señor de los Pájaros es el músico que compone las canciones de las aves. Algunas veces, el papel pautado lleva una nota especial.
Las aves duermen durante la noche y las despierta el Señor en el momento preciso. Acaricia sus alas, les da instrucciones y las anima a volar. Salen hacia todos los Sitios del mundo, y cantan.
El pájaro-unicornio no tiene plumas coloridas todavía. Es gris, como todos los pájaros iniciados. Con el tiempo recibirá sus plumas de colores. Por ahora, el Señor de los pájaros le ha puesto un cuerno rojo.
Cuando el pájaro llega a la rama del árbol, puede ver, por la ventana, a un niño enfermo que jadea su noche agitada. Lo mira, bate sus alas, aspira el aire profundamente, y trina. Se esfuerza por cantar su mejor melodía. Sabe que el niño lo espera. Canta la nota especial que le dio el Señor de los Pájaros: ser un niño, es el milagro más grande que le puede pasar a un ave.
El pájaro se convierte en el niño que respira, sano. El niño, en un pájaro que trina, en el cuento del niño que habita en la casa de piedra gris, rodeada de un patio con árboles frutales y un gran jardín.
Extraordinarios todos los textos. Pero este último es al que regresaré,seguramente muchas veces, para volver a leer.
ResponderEliminarRoberto, que enorme gusto me da que tengas este espacio. Seré su constante visitante. Y como que también será una manera de compartir tu presencia. ¡Enhorabuena por tu blog! Un cordialísimo abrazo.